Una reunión familiar aparentemente inofensiva en Dakota del Sur durante el verano de 2022 se transformó en un misterio médico, arrojando luz sobre los peligros ocultos de las infecciones parasitarias incluso en el corazón de Estados Unidos.
Lo que comenzó con una comida compartida de kebabs de oso negro, cuidadosamente preparados a partir de un oso cazado en el norte de Saskatchewan, Canadá, se convirtió en una espiral de hospitalizaciones y una búsqueda frenética de respuestas a través de las fronteras estatales.
¿El culpable? Un enemigo microscópico pero formidable: Trichinella nativa, un gusano redondo parásito resistente a las heladas que se encuentra comúnmente en la caza silvestre, particularmente en las regiones del norte.
Este caso, meticulosamente documentado por los CDC, sirve como un claro recordatorio de que los antiguos consejos sobre cocinar bien la carne, en particular la carne de caza, no son una mera sugerencia culinaria, sino un imperativo de salud crucial.
Todo comenzó con un hombre de 29 años de Minnesota que experimentaba síntomas debilitantes: fiebre implacable, dolor muscular agonizante y una hinchazón reveladora alrededor de los ojos.
Después de dos visitas al hospital y numerosas pruebas, los médicos seguían desconcertados. Fue sólo cuando el hombre, quizás vacilante, divulgó su reciente consumo de carne de oso que surgió una horrible posibilidad: la triquinelosis.
La triquinelosis, como explican expertos como la Dra. Emily Jenkins, destacada investigadora en parásitos zoonóticos, es una infección parasitaria causada por larvas de Trichinella.
Estas larvas, a menudo invisibles a simple vista, pueden permanecer latentes en el tejido muscular de animales infectados, incluidos osos, jabalíes e incluso morsas.
Lo que hace que este parásito sea particularmente peligroso es su capacidad para resistir temperaturas bajo cero, lo que hace que la práctica común de congelar la caza silvestre para su conservación sea ineficaz contra esta insidiosa amenaza.
El caso inicial desató una avalancha de investigaciones. Los funcionarios de salud pública de tres estados (Arizona, Minnesota y Dakota del Sur) entrevistaron meticulosamente a todos los miembros de la reunión familiar.
Sus hallazgos fueron alarmantes: seis de los nueve asistentes mostraron síntomas compatibles con triquinelosis.
Sorprendentemente, esto incluyó a dos personas que solo habían consumido las verduras cocinadas junto con la carne de oso, lo que resalta el alarmante potencial de contaminación cruzada.
«Es un error pensar que la congelación mata todos los parásitos», comentó el Dr. Douglas Clark, profesor de la Universidad de Saskatchewan, cuando se le preguntó sobre el brote. Expresó su preocupación por la creencia común de que congelar la caza silvestre la hace segura, una noción trágicamente refutada por este caso.
Las larvas de Trichinella nativa, tremendamente resistentes, sobrevivieron a la congelación de 45 días en un congelador doméstico, sin inmutarse su motilidad.
El informe de los CDC, haciéndose eco de la advertencia del Dr. Clark, enfatizó que cocinar la carne a una temperatura interna de al menos 165°F (74°C) es el único método garantizado para eliminar los parásitos Trichinella.
Destacaron lo inadecuado de confiar en señales visuales como el color de la carne, particularmente en el caso de la carne de oso, que a menudo parece más oscura incluso cuando está poco cocida.
Lo que hace que este caso sea particularmente conmovedor es el intento de la familia de seguir las pautas de seguridad alimentaria.
Congelaron la carne, una precaución aparentemente lógica, pero desconocían la extraordinaria resistencia de Trichinella nativa.
Este incidente subraya la importancia de las campañas de concientización pública, particularmente dirigidas a cazadores y consumidores de caza silvestre, para difundir información precisa sobre el manejo y preparación de dicha carne.
Afortunadamente, los seis miembros infectados de la familia se recuperaron después del tratamiento con albendazol, un medicamento antiparasitario.
Esta desgarradora historia nos obliga a reconsiderar nuestras prácticas de preparación de alimentos, a informarnos sobre las amenazas ocultas incluso en los ingredientes más familiares y a abogar por normas estrictas de seguridad alimentaria.
Sirve como un claro testimonio del hecho de que las criaturas más pequeñas a veces pueden representar las mayores amenazas, recordándonos que el dicho «más vale prevenir que curar» suena especialmente cierto en el ámbito de la seguridad alimentaria.