El ejército birmano lanzó el martes ataques aéreos contra un evento contra la junta en la región de Sagaing del país, matando al menos a 100 personas, incluyendo niños, e hiriendo a decenas más.
El ataque tuvo lugar en la región de Sagaing, que ha sido un bastión de la oposición al gobierno militar desde que tomó el poder en febrero de 2021.
El ejército ha sido acusado de llevar a cabo una serie de ataques aéreos en la región, incluido uno que mató al menos a 10 personas en enero.
El ataque del martes fue condenado por las Naciones Unidas y grupos de derechos humanos, que pidieron el fin de la violencia.
El ejército ha estado involucrado en una guerra civil con grupos étnicos armados y milicias a favor de la democracia desde que tomó el poder en un golpe de estado en febrero de 2021.
Los ataques aéreos del martes fueron los más recientes de una serie de ataques del ejército contra civiles.
La junta ha dicho que los ataques se llevaron a cabo en respuesta a los ataques de grupos armados en sus tropas.
Sin embargo, los testigos y los informes de los medios locales dicen que los ataques aéreos fueron indiscriminados y que muchas de las víctimas eran civiles.
Las Naciones Unidas han condenado los ataques aéreos, llamándolos «un acto horrible de violencia».
Naciones Unidas dijo en un comunicado que estaba «profundamente entristecido» por el ataque y pidió una investigación independiente.
«Reiteramos nuestro llamado para el fin inmediato de toda violencia y para que todas las partes respeten el derecho internacional de los derechos humanos y el derecho internacional humanitario», dijo el comunicado.
El relator especial de la ONU en Myanmar, Tom Andrews, dijo que los ataques eran «una clara violación del derecho internacional humanitario».
Human Rights Watch también condenó el ataque, calificándolo de «un horrible acto de violencia».
«El ejército de Myanmar ha mostrado un total desprecio por la vida humana», dijo Brad Adams, director para Asia de Human Rights Watch.
«Este ataque es solo el último de una serie de atrocidades cometidas por los militares contra el pueblo de Myanmar».
Los ataques aéreos son los más recientes de una serie de atrocidades cometidas por la junta de Myanmar, ya que incautó el poder en un golpe de estado en febrero de 2021.
La junta ha utilizado la violencia y la intimidación para suprimir la disidencia, y ha matado a miles de personas.
La ONU estima que más de 1 millón de personas han sido desplazadas por la violencia.
Los ataques aéreos se producen en un momento en que el ejército enfrenta una presión cada vez mayor por parte de la comunidad internacional.
La comunidad internacional ha condenado las acciones de la Junta y ha pedido que sea responsable.
Sin embargo, la junta hasta ahora se ha negado a negociar con sus oponentes o a renunciar.
Estados Unidos y otros países han impuesto sanciones a las fuerzas armadas y sus líderes, y las Naciones Unidas han pedido que las fuerzas armadas rindan cuentas por sus abusos contra los derechos humanos.
El Departamento de Estado de los Estados Unidos ha dicho que los ataques «son un recordatorio horrible de la brutalidad de la junta y el desprecio por la vida humana».
Estados Unidos ha pedido a la junta que «cese inmediatamente toda la violencia contra los civiles».
La Unión Europea también ha condenado los ataques aéreos.
La UE ha dicho que los ataques «son una clara violación del derecho humanitario internacional». La UE ha pedido a la Junta que «respete los derechos humanos y el derecho internacional humanitario».
La guerra civil en Myanmar es un conflicto complejo y continuo. Los militares han sido acusados de cometer atrocidades contra civiles, incluidas masacres, torturas y desapariciones forzadas.
El movimiento a favor de la democracia también ha sido acusado de abusos contra los derechos humanos, incluidos ataques contra civiles y propiedades.
La situación en Myanmar es fluida e impredecible. Es difícil decir qué le depara el futuro al país. Sin embargo, está claro que los militares no están dispuestos a ceder el poder sin luchar.
Es probable que la guerra civil continúe durante algún tiempo y que el pueblo de Myanmar siga sufriendo.
No obstante, los ataques aéreos del martes son un recordatorio de la necesidad urgente de que la comunidad internacional tome medidas para poner fin a la violencia en Myanmar.
La brutalidad de la junta no tiene lugar en el siglo XXI, y la comunidad internacional debe hacer más para responsabilizar a la junta.