Hombres disfrazados de policía atacaron el martes un hospital en la capital afgana, Kabul, y mataron a 16 personas.
Dos bebés y 12 madres y enfermeras murieron cuando los agresores irrumpieron en una clínica de maternidad dirigida por la organización humanitaria internacional Médicos sin Fronteras.
En un ataque separado el mismo día, un terrorista suicida atacó el funeral de un comandante de la policía, al que asistieron funcionarios del gobierno y un miembro del parlamento, en la provincia oriental de Nangahar, matando al menos a 24 personas e hiriendo a 68.
Las autoridades dijeron que el número de víctimas podría subir.
El Estado Islámico Khorasan, afiliado afgano del grupo militante del Estado Islámico, se atribuyó la responsabilidad del bombardeo de Nangahar, informó el Grupo de Inteligencia SITE.
Los talibanes, el principal grupo de insurgencia islamista de Afganistán, negaron su participación en ambos ataques.
El grupo militante del Estado Islámico opera en Nangahar y ha llevado a cabo una serie de ataques de alto perfil en Kabul en los últimos meses.
El lunes, las fuerzas de seguridad arrestaron a su líder regional en la capital.
La violencia, mientras el país lucha contra la pandemia del coronavirus, corre el riesgo de descarrilar el movimiento hacia las conversaciones de paz negociadas por los Estados Unidos entre los talibanes y un gobierno afgano, escéptico por mucho tiempo de la renuncia de los ataques por parte de los insurgentes.
El presidente Ashraf Ghani condenó los ataques y dijo que había ordenado al ejército cambiar al modo ofensivo en lugar de la postura defensiva que adoptó cuando Estados Unidos retira tropas e intenta negociar las conversaciones.