Fue un espectáculo que nadie esperaba. En la atmósfera eléctrica del Arena del Norte de París, los ojos del mundo vieron cómo la boxeadora italiana Angela Carini abandonaba dramáticamente su combate olímpico de peso wélter contra la argelina Imane Khelif solo 46 segundos después de la campana inicial.
Lo que siguió no fue solo una controversia deportiva, sino una tormenta en las redes sociales que envolvió a atletas, políticos, celebridades y la definición misma de justicia en los deportes femeninos.
Carini, visiblemente conmocionada y llorosa, explicó más tarde que la gran fuerza de los puñetazos de Khelif la había dejado incapaz de continuar, y les dijo a los periodistas: «Nunca había sentido un puñetazo como este».
Si bien Carini insistió en que no había planeado la dramática salida, el incidente abrió un debate que ya se estaba gestando en torno a la presencia misma de Khelif en los Juegos.
¿El origen de la controversia? Khelif, junto con el boxeador taiwanés Lin Yu-ting, habían sido descalificados del Campeonato Mundial de Boxeo de 2023 tras fallar en «pruebas de elegibilidad de género» no especificadas realizadas por la Asociación Internacional de Boxeo Aficionado (AIBA).
Esta decisión, tomada por un organismo ya condenado al ostracismo por el Comité Olímpico Internacional (COI) debido a escándalos de gobernanza y corrupción, puso en peligro la participación de Khelif.
La AIBA, con su presidente ruso Umar Kremlev a la cabeza, redobló su decisión, citando pruebas no especificadas que supuestamente revelaron que Khelif y Lin poseían «ventajas competitivas» injustas sobre sus contrapartes femeninas.
Los rumores de cromosomas XY y las acusaciones de biología «masculina» oculta inundaron Internet, alimentados por los propios pronunciamientos de Kremlev a los medios rusos.
Sin embargo, el COI se mantuvo firme: tanto Khelif como Lin fueron reconocidas legalmente como mujeres, sus pasaportes afirmaban su género y su historia en el deporte era innegable. El COI denunció las acciones de la AIBA como «arbitrarias» y carentes de un debido proceso, lo que empujó a las dos atletas a un debate global que excedió con creces el ring de boxeo.
El incidente cobró vida propia. Carini, ahora un símbolo reticente de la controversia, expresó remordimiento por su reacción en el ring, e incluso se disculpó con Khelif por no estrecharle la mano.
Mientras tanto, figuras como el expresidente estadounidense Donald Trump, el magnate de Tesla Elon Musk e incluso la autora de «Harry Potter» J.K. Rowling, conocida por su postura sobre las cuestiones transgénero, intervinieron, a menudo malinterpretando a Khelif y alimentando la tormenta.
La historia se negó a ser contenida. La primera ministra de derecha de Italia, Giorgia Meloni, criticó públicamente el «campo de juego desigual», mientras que el comité olímpico de Argelia apoyó a Khelif, denunciando el «ataque poco ético» y la «propaganda infundada» que sufrió su atleta.
Mientras la controversia se desataba, Khelif se preparaba para su siguiente combate, enfrentándose a una nueva oponente: la boxeadora húngara Anna Luca Hamori.
A pesar de que Hamori aceptó la pelea, su asociación nacional de boxeo presentó protestas formales ante el COI, poniendo en tela de juicio la legitimidad misma del combate.
Para aumentar la complejidad, Lin Yu-ting ganó su propio combate preliminar, una victoria teñida de vítores y abucheos, lo que subrayó las profundas divisiones en torno a la cuestión.
En medio del caos, el COI se mantuvo firme. El presidente Thomas Bach condenó apasionadamente el «discurso de odio» dirigido a las atletas, haciendo hincapié en su género legalmente reconocido y exigiendo respeto.
Retó a los críticos a proporcionar una base científicamente sólida para sus objeciones, destacando la necesidad de un enfoque basado en la evidencia para abordar las complejidades del género y la competencia atlética.
Lo que comenzó con una pelea de 46 segundos se transformó en una conversación global sobre biología, justicia y la naturaleza misma de los deportes femeninos.
El debate expuso la delicada relación entre la evolución de la comprensión científica del sexo y el género, el mundo a menudo opaco de las regulaciones deportivas y el poder de las redes sociales para moldear el discurso público.
A medida que avanzaban los Juegos Olímpicos de París, la sombra de la controversia se cernía sobre ellos, poniendo en evidencia que, a veces, los golpes más fuertes se lanzan fuera del ring.