El tan esperado primer debate presidencial de las elecciones de 2024 se desarrolló en la sede de CNN en Atlanta la noche del jueves, enfrentando al actual presidente Joe Biden contra su rival republicano, el expresidente Donald Trump.
El evento, celebrado cuatro meses antes de las elecciones, sin precedentes, prometió un vistazo a las visiones de los candidatos para el futuro de Estados Unidos.
Sin embargo, lo que ocurrió fue un espectáculo que dejó a muchos demócratas alarmados y a votantes indecisos inclinándose aún más hacia Trump.
Biden, que luchaba contra un resfriado que le dejó la voz ronca y su discurso apagado, tuvo problemas desde el principio.
Tropezó con sus palabras, perdió el hilo de sus pensamientos e incluso tergiversó los hechos, sobre todo en una respuesta sin sentido sobre la política del aborto.
Estos tropiezos amplificaron las preocupaciones preexistentes sobre la edad y la aptitud para el cargo del presidente de 81 años, dando munición a los críticos republicanos que ya lo habían descrito como «débil» y «confuso».
Trump, por otro lado, se apegó a su estilo característicamente grandilocuente, pronunciando con fuerza una letanía de falsedades muy gastadas sobre la economía, la inmigración e incluso el ataque al Capitolio del 6 de enero.
Esta estrategia, por desconcertante que parezca dados sus intentos de parecer más «presidencial», pareció resonar entre algunos votantes, particularmente aquellos desencantados con el desempeño de Biden.
Las reacciones de ambas partes fueron rápidas y crudas. Los demócratas se apresuraron a limitar el daño, y la vicepresidenta Kamala Harris admitió un «comienzo lento» al tiempo que enfatizó el historial de Biden.
El gobernador de California, Gavin Newsom, una posible alternativa demócrata en caso de que Biden dimitiera, desestimó la idea e instó al partido a «mantener la cabeza en alto».
Mientras tanto, el bando de Trump, regocijado por la actuación vacilante de Biden, declaró una victoria rotunda, y el asesor Jason Miller proclamó burlonamente: «Lo siento, demócratas. Tienen a su candidato».
Los votantes indecisos, cruciales en una reñida carrera que probablemente se decidirá por estrechos márgenes en estados clave, se hicieron eco de las preocupaciones de muchos demócratas.
Gina Gannon, una jubilada de Georgia que había votado anteriormente por Biden, expresó a Reuters un sentimiento compartido por muchos: «Joe Biden parecía muy débil y confundido desde el principio… Ahora estoy votando absolutamente por Donald Trump».
Incluso el senador demócrata John Fetterman, conocido por su resiliencia después de enfrentar problemas de salud, instó a su partido a «relajarse», enfatizando que «un debate duro no es la suma total de una persona y su historial».
A pesar del rígido formato del debate diseñado para minimizar las interrupciones, la falta de una reacción sustancial por parte de los moderadores permitió que las falsedades de Trump permanecieran en gran medida sin oposición.
Esto, sumado al mediocre desempeño de Biden, alimentó más ansiedades sobre el estado de la democracia estadounidense y el potencial de violencia política tras las elecciones.
Las conclusiones claves de este primer encuentro son claras: el desempeño de Biden hizo poco para disipar los temores sobre su edad y su capacidad para contrarrestar eficazmente a Trump, quien, a pesar de basarse en falsedades, logró proyectar una imagen contundente que resonó entre algunos votantes indecisos.
La noche terminó con los demócratas enfrentando una pregunta desalentadora: ¿Podrá Biden recuperarse de este desempeño inestable, o este debate marcará un punto de inflexión en la carrera de 2024, allanando el camino para el regreso de Trump?
Sin duda, los próximos meses estarán llenos de análisis y especulaciones, pero una cosa es segura: hay mucho en juego y este primer debate ha arrojado una larga sombra sobre las elecciones de 2024.