Europa da un giro hacia la derecha: un ajuste de cuentas en Francia

Europa despertó a una nueva realidad política el lunes, luego de un fin de semana de dramáticas elecciones para el Parlamento Europeo. 

En los 27 estados miembros, un aumento en el apoyo a los partidos nacionalistas y de extrema derecha conmocionó al establishment político del continente, forzando un ajuste de cuentas en Francia y planteando interrogantes sobre la dirección futura de la Unión Europea.

En el centro del cambio sísmico estuvo Francia, donde el presidente Emmanuel Macron sufrió una derrota humillante. 

La Agrupación Nacional de Marine Le Pen, un partido de extrema derecha que durante mucho tiempo estuvo al margen de la política francesa, surgió como la fuerza dominante, obteniendo más del 30% de los votos, más del doble que el centrista partido Renacimiento de Macron. 

El resultado fue una dura reprimenda a la visión de Macron de una Europa más integrada y un claro reflejo de las ansiedades que atenazaban al electorado francés.

En un discurso televisado a la nación, un Macron sombrío, vestido con una inusual corbata negra, declaró: “El ascenso de los nacionalistas y demagogos es un peligro para nuestra nación y para Europa. Después de este día, no puedo seguir como si nada hubiera pasado”.

Sorprendió al país al anunciar la disolución de la Asamblea Nacional y convocó a elecciones legislativas anticipadas que se celebrarían el 30 de junio y el 7 de julio, pocas semanas antes de los Juegos Olímpicos de París.

La decisión de Macron fue una apuesta audaz, un intento desesperado por recuperar el control y evitar el ascenso de la extrema derecha. 

Sostuvo que la medida era un «acto de confianza» «serio» pero necesario en el pueblo francés, pidiéndoles que elijan entre su visión del país y la de la Agrupación Nacional.

Marine Le Pen, jubilosa por la victoria, acogió con satisfacción el desafío y declaró: «Estamos listos para ejercer el poder si el pueblo francés deposita su confianza en nosotros. Estamos listos para cambiar el país». 

El éxito de su partido reflejó un sentimiento creciente en Francia de que la inmigración está fuera de control, que el enfoque de Macron en materia de seguridad ha sido laxo y que la identidad tradicional francesa está amenazada.

La campaña del Rally Nacional, encabezada por su carismático joven líder, Jordan Bardella, aprovechó estas ansiedades. 

Bardella, un político de 28 años conocedor de las redes sociales, presentaba un marcado contraste con el tecnocrático Macron. 

Hizo campaña con promesas de «poner fin a la inmigración masiva», proteger a los agricultores y defender el poder adquisitivo de los ciudadanos franceses comunes y corrientes.

Mientras Francia lidiaba con las implicaciones de la apuesta de Macron, una historia similar se desarrolló en Alemania, la potencia económica de la UE. 

Los socialdemócratas del canciller Olaf Scholz sufrieron un duro golpe al caer al tercer lugar detrás del partido de extrema derecha Alternativa para Alemania (AfD), que obtuvo casi el 17% de los votos.

La colíder de AfD, Alice Weidel, irradiando confianza, declaró: «Después de todas las profecías fatales, después del bombardeo de las últimas semanas, somos la segunda fuerza más fuerte».

El éxito de AfD, a pesar de una serie de escándalos, reflejó un creciente sentimiento antisistema, frustración con el costo de las políticas ambientales y preocupaciones sobre la inmigración y la guerra en Ucrania.

La primera ministra de Italia, Giorgia Meloni, otra líder de extrema derecha que se ha convertido en una estrella en ascenso en el escenario europeo, vio aumentar el apoyo a su partido. 

Sus Hermanos de Italia duplicaron con creces sus escaños en el Parlamento Europeo, consolidando su posición como una fuerza potente en la política europea.

El éxito de la extrema derecha no se limitó a Francia, Alemania e Italia. 

En Austria, el Partido de la Libertad encabezó la encuesta por primera vez, mientras que el Partido por la Libertad, antiinmigración, de Geert Wilders obtuvo buenos resultados en los Países Bajos.

El panorama general pintaba una imagen preocupante para los centristas pro-UE. 

Ursula von der Leyen, presidenta de la Comisión Europea, insistió en que «el centro se mantiene», señalando el continuo dominio de los partidos principales en el Parlamento Europeo.

Sin embargo, admitió que los avances logrados por los partidos extremistas tanto de izquierda como de derecha conllevan «una gran responsabilidad para los partidos del centro».

Los resultados electorales revelaron un panorama político complejo y fragmentado en toda Europa. 

Si bien la extrema derecha surgió en varios países, la centroderecha también experimentó avances y en algunos países, como España, logró contener el aumento de la extrema derecha.

Las consecuencias a largo plazo de este giro hacia la derecha aún están por verse. 

Sigue siendo una cuestión abierta si la extrema derecha puede unirse en una fuerza cohesiva capaz de influir en la política de la UE. 

Están divididos en cuestiones claves, incluida su postura sobre la guerra de Rusia en Ucrania y el futuro de la integración europea.

Sin embargo, es innegable que los resultados electorales envían un mensaje contundente. 

Los votantes de toda Europa están cada vez más desilusionados con la política tradicional, preocupados por las dificultades económicas, ansiosos por la inmigración y recelosos de los costos asociados con la lucha contra el cambio climático. 

La extrema derecha ha capitalizado estas ansiedades, presentándose como la voz del pueblo contra una percibida «élite remota» en Bruselas y las capitales nacionales.

Las elecciones anticipadas en Francia serán una prueba crucial. 

La apuesta de Macron podría resultar contraproducente, entregando las llaves del gobierno a un partido que defiende políticas que muchos temen que desestabilizarían a Francia y fracturarían la UE. 

El resultado tendrá repercusiones para todo el continente e influirá en la dirección futura de la política europea y en la capacidad de la UE para afrontar sus desafíos. 

Los ojos del mundo estarán puestos en Francia, no sólo por los Juegos Olímpicos, sino por el resultado de un drama político con implicaciones mucho más allá de sus fronteras.

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