Devastador deslizamiento de tierra sepulta a miles de personas en Papúa Nueva Guinea

La madrugada del viernes trajo una tragedia de proporciones inimaginables a las remotas tierras altas de la provincia de Enga en Papúa Nueva Guinea. 

Un enorme deslizamiento de tierra, provocado por semanas de lluvias incesantes, se tragó a la comunidad de la aldea de Yambali, dejando tras de sí un rastro de destrucción y un número de muertos sombrío y creciente.

La tierra se movió con la fuerza de una ola monstruosa.  Las casas se derrumbaron bajo el peso de rocas del tamaño de contenedores de transporte, y la fuerza del deslizamiento de tierra enterró unas 150 casas y al menos una escuela primaria.

Los que sobrevivieron al impacto inicial quedaron atrapados entre los escombros, con escombros amontonados a una altura de hasta 26 pies.

Pedidos desesperados de ayuda resonaron en la aldea devastada, pero el terreno traicionero y la falta de acceso obstaculizaron una respuesta inmediata. 

«Las rocas siguen moviéndose, la montaña todavía se está desmoronando», dijo Sandis Tsaka, administrador de la provincia de Enga, destacando el peligro al que se enfrentan los rescatistas. 

El deslizamiento de tierra también dañó la carretera principal, aislando a la comunidad y convirtiendo la entrega de ayuda en una pesadilla logística.

Las cifras pintan un panorama sombrío de la catástrofe. 

El gobierno de Papúa Nueva Guinea, citando estimaciones de las autoridades locales, afirmó que más de 2.000 personas fueron enterradas vivas, una cifra que superó con creces la estimación inicial de la ONU de 670. 

La Oficina del Coordinador Residente de la ONU en Papúa Nueva Guinea confirmó la recuperación de sólo seis cuerpos, dejando el verdadero alcance de la tragedia envuelto en incertidumbre.

«La situación sigue siendo inestable a medida que el deslizamiento de tierra continúa moviéndose lentamente, lo que plantea un peligro constante tanto para los equipos de rescate como para los supervivientes», afirma una carta del Centro Nacional de Desastres a la ONU, destacando la delicada y peligrosa situación que enfrentan los rescatistas.

Las consecuencias han expuesto la vulnerabilidad de la región a los desastres naturales y las complejidades de responder a ellos. 

El área, aunque remota, está densamente poblada y sirve como ubicación para la mina de oro Porgera, operada por Barrick Gold y Zijin Mining de China.

A los desafíos se suman los actuales conflictos tribales que azotan la región, y el reciente enfrentamiento cobró ocho vidas y dejó 30 casas quemadas. 

Los disturbios obligaron a los trabajadores humanitarios a viajar en convoyes escoltados por soldados, lo que enfatiza las preocupaciones de seguridad y las complejidades de navegar en una región afectada tanto por desastres naturales como por conflictos humanos.

El mundo observó con horror cómo se desarrollaba la historia. 

Australia, un vecino cercano y proveedor de ayuda exterior a Papúa Nueva Guinea, respondió rápidamente con un paquete de ayuda inicial de 2,5 millones de dólares australianos y prometió aviones y expertos técnicos para ayudar en las tareas de rescate. 

China, buscando fortalecer su presencia en el Pacífico, también ofreció asistencia.

«La naturaleza exacta del apoyo que brindamos se determinará en los próximos días», dijo el Ministro de Defensa australiano, Richard Marles, reconociendo la evaluación en curso de la situación.

Sin embargo, el paso del tiempo y la inmensa escala del desastre han atenuado las esperanzas de encontrar supervivientes. 

La atención se ha desplazado hacia las sombrías tareas de recuperación y prestación de socorro a los desplazados.

«En este punto, creo que la gente se está dando cuenta de que las posibilidades de que cualquiera pueda ser sacado vivo son muy escasas», comentó Serhan Aktoprak, jefe de la misión de la agencia de migración de la ONU en PNG, destacando la sombría realidad que enfrenta la comunidad.

El deslizamiento de tierra en Papúa Nueva Guinea es una demostración del inmenso poder destructivo de la naturaleza y la vulnerabilidad de las comunidades que viven en regiones remotas. 

También subraya la necesidad de sistemas eficaces de preparación y respuesta ante desastres, especialmente en zonas propensas a desastres naturales.

En medio de la devastación, las historias de supervivencia ofrecen un destello de esperanza. Una pareja, Johnson y Jacklyn Yandam, fueron rescatados milagrosamente de los escombros después de ocho horas y los rescatistas escucharon sus gritos de ayuda.

«Damos gracias a Dios por salvarnos la vida en ese momento», dijo Jacklyn, expresando su gratitud. «Estábamos seguros de que íbamos a morir, pero las grandes rocas no nos aplastaron… Creemos que fuimos salvados con un propósito».

La resiliencia del pueblo de Papúa Nueva Guinea brilla en medio de la tragedia. 

La nación lamenta su pérdida y comienza el largo y arduo proceso de reconstrucción, mientras el mundo continúa observando, ofreciendo apoyo y solidaridad a una comunidad que enfrenta una pérdida inimaginable.

Te podría interesar!