En un tumultuoso giro de los acontecimientos, Georgia se ve envuelta en una feroz batalla por un controvertido proyecto de ley sobre «agentes extranjeros», lo que desató protestas generalizadas y agitación política.
Las calles de Tiflis, la capital de Georgia, estaban inundadas de decenas de miles de manifestantes el sábado.
La lluvia torrencial hizo poco para apagar los ánimos de quienes marcharon contra un controvertido proyecto de ley sobre «influencia extranjera», una ley que ha desatado una crisis política y ha generado fuertes críticas de la comunidad internacional.
Las calles de Tiflis se han convertido en el campo de batalla de un choque de ideologías, mientras miles de georgianos salen a las calles para expresar su oposición a un proyecto de ley que temen pueda socavar los valores democráticos y las aspiraciones de integración europea de su país.
La policía antidisturbios de Georgia recurrió al uso de gases lacrimógenos y cañones de agua a principios de mes para dispersar a las multitudes que protestaban contra un proyecto de ley propuesto sobre «agentes extranjeros».
El proyecto de ley, que fue aprobado por el Parlamento en segunda lectura, ha sido denunciado vehementemente por sus opositores por estar inspirado en leyes autoritarias rusas.
La Unión Europea ha advertido que el proyecto de ley podría poner en peligro las ambiciones de Georgia de unirse al bloque, mientras que Estados Unidos ha expresado profundas preocupaciones sobre su posible impacto en la libertad de expresión.
La presidenta de la Comisión de la Unión Europea, Ursula von der Leyen, enfatizó la importancia de que Georgia se mantenga en el camino hacia Europa, haciéndose eco de los sentimientos de muchos georgianos que ven su futuro alineado con la UE.
La Casa Blanca, a través del portavoz del Consejo de Seguridad Nacional, John Kirby, subrayó la amenaza que representa el proyecto de ley para la disidencia y la libertad de expresión, intensificando aún más el escrutinio internacional sobre el panorama político de Georgia.
Las tensiones políticas en Georgia alcanzaron un punto de ebullición cuando el líder de la oposición, Aleko Elisashvili, recurrió a la confrontación física golpeando al diputado Mamuka Mdinaradze durante un debate parlamentario sobre el polémico proyecto de ley el 15 de abril.
El incidente subrayó las profundas divisiones dentro de la sociedad georgiana en torno a la legislación propuesta, y los críticos la compararon con las leyes autoritarias empleadas por la vecina Rusia para reprimir la disidencia.
La pelea en el parlamento subraya lo mucho que está en juego en el debate sobre el proyecto de ley, con figuras de la oposición como Zurab Japaridze acusando al partido gobernante Sueño Georgiano de intentar consolidar el poder sofocando a la sociedad civil y a los medios críticos.
La presidenta Salomé Zurabishvili, enfrascada en una amarga disputa con el gobierno, planteó dudas sobre los motivos detrás del impulso de la ley, cuestionando si fuerzas externas, posiblemente en Moscú, estaban influyendo en el proceso de toma de decisiones.
Los disturbios en Georgia salieron a la luz por primera vez en marzo de 2023, cuando la policía utilizó cañones de agua y gases lacrimógenos para hacer retroceder a los manifestantes en Tiflis que se manifestaban contra una ley de estilo ruso que etiquetaría a las organizaciones no gubernamentales y a los medios de comunicación como «agentes extranjeros» si reciben importante financiación del exterior.
Las protestas pusieron de relieve las preocupaciones profundamente arraigadas entre los georgianos sobre la erosión de los valores democráticos y el impacto potencial de la legislación propuesta en el camino de su país hacia la integración europea.
Los enfrentamientos entre los manifestantes y las fuerzas del orden subrayaron el creciente descontento dentro de la sociedad georgiana por el manejo del proyecto de ley por parte del gobierno, y muchos temían que pudiera usarse para reprimir voces críticas y descarrilar las aspiraciones de Georgia de estrechar vínculos con la UE y la OTAN.
Las manifestaciones sirvieron como un conmovedor recordatorio del poder de los movimientos de base para dar forma al panorama político y hacer que quienes están en el poder rindan cuentas de sus acciones.
Mientras Georgia lidia con las consecuencias de las protestas y el debate en curso sobre el proyecto de ley sobre «agentes extranjeros», el futuro del país está en juego.
Las voces del pueblo georgiano, unido en su búsqueda de la democracia y la integración europea, continúan resonando en las calles de Tiflis, exigiendo rendición de cuentas, transparencia y compromiso para defender los valores que definen la identidad de su nación.
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