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El huracán Beryl expuso el rostro de un mundo en calentamiento

La primera semana de julio de 2024 quedará grabada en la memoria del Caribe por la furia fuera de temporada del huracán Beryl. 

Lo que comenzó como una depresión tropical corriente el 28 de junio experimentó una transformación sorprendentemente rápida, explotando hasta convertirse en un monstruo de categoría 5 en apenas 42 horas, rompiendo récords y convirtiéndose en el huracán de categoría 5 más temprano jamás registrado en el Atlántico.

Beryl, con sus vientos de 165 mph, no fue solo una tormenta, fue una campana de alarma. 

Los científicos, atónitos por su rápida intensificación y llegada temprana, señalaron directamente al culpable: un mundo que se calienta. 

Como lo expresó Brian Tang, profesor de ciencias atmosféricas de la Universidad de Albany, «Beryl es una tormenta más típica del corazón de la temporada de huracanes que de junio, y su rápida intensificación y fuerza probablemente hayan sido impulsadas por aguas inusualmente cálidas».

Las islas del Caribe, en particular Granada, San Vicente y las Granadinas y la Isla Unión, fueron las más afectadas por la ira inicial de Beryl. 

Imágenes y vídeos revelaron la horrible escala de la destrucción: casas arrasadas, calles cubiertas de escombros y la inquietante ausencia de vegetación. 

«Literalmente no queda vegetación en ninguna parte de la isla de Carriacou», lamentó el primer ministro de Granada, Dickon Mitchell, utilizando palabras como «Armagedón» y «aplanado» para describir la devastación.

Luego la tormenta dirigió su furia hacia Jamaica.   El primer ministro Andrew Holness, reconociendo la amenaza sin precedentes, instó a los residentes a buscar terrenos más elevados. 

A pesar de las advertencias, Beryl dejó su huella, provocando cortes de energía generalizados, inundaciones e infligiendo una sensación de miedo e impotencia en las comunidades. 

«Es terrible. Todo ha desaparecido. Estoy en mi casa y asustada», confesó Amoy Wellington, residente de una comunidad rural jamaicana, y sus palabras hicieron eco de los sentimientos de muchos atrapados en el camino de la tormenta.

Incluso mientras Beryl avanzaba hacia las Islas Caimán y México, dejando un rastro de destrucción a su paso, el impacto de la tormenta trascendió el daño físico.  Puso al descubierto la cruda realidad del cambio climático y sus consecuencias cada vez más tangibles.

La ciencia es irrefutable: un mundo más cálido significa océanos más cálidos, y los océanos cálidos actúan como combustible para los huracanes, sobrealimentando su intensidad.

«Sabemos que a medida que calentamos el planeta, también estamos calentando la temperatura de la superficie del mar», explicó Andra Garner, experta en huracanes de la Universidad Rowan.

 «Y sabemos que esas cálidas aguas oceánicas son una fuente crítica de combustible para los huracanes», destacó.

Pero el aterrador poder de Beryl no se debía sólo al calentamiento de los océanos.

El momento de su llegada, justo en medio de una transición prevista de El Niño a La Niña, señaló que se avecinaba una temporada de huracanes potencialmente catastrófica. 

«La Niña puede indicar un comienzo temprano de la temporada, así como una temporada más larga, ya que La Niña, junto con un Atlántico cálido, mantiene un ambiente favorable a los huracanes antes y durante más tiempo durante el año», advirtió Jhordanne Jones, investigadora de la Universidad Purdue.

Las implicaciones son desalentadoras. A medida que las temperaturas globales continúan aumentando, impulsadas por las emisiones incontroladas de combustibles fósiles, es probable que los huracanes se vuelvan más frecuentes, más intensos y menos predecibles. 

Las comunidades, particularmente aquellas en naciones insulares vulnerables, enfrentarán la peor parte de estos desastres climáticos cada vez más frecuentes.

El huracán Beryl no fue sólo una tormenta. Fue una visión cruda e inquietante de un futuro en el que los fenómenos meteorológicos extremos se convertirán en la norma, un crudo recordatorio de la urgente necesidad de tomar medidas climáticas. 

Mientras el Caribe se recupera, el mundo observa, esperando que la furia de Beryl sirva como una llamada de atención, un catalizador para el cambio antes de que sea demasiado tarde.

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